lunes, 30 de diciembre de 2019

EL BUCLE


Rebusco y rebusco en mi interior, intentando encontrar las palabras que la convenzan definitivamente. Me desespero. Desearía tener la facilidad de palabra de un gran escritor, la oratoria de un líder, para acabar esta discusión, para lograr que se rindiera ante la evidencia de mi amor.
Y de pronto intuyo otro matiz. Comprendo su intención. Me queda claro como una gran revelación:
—Me estás probando. Esa es la mejor evidencia de que te quiero.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que si no te quisiera, si no te amara con tal profundidad que jamás hallaras el fondo, no intentaría responder a cada una de las preguntas que me haces.
—¿O quizás me respondes porque ya no sabes dar marcha atrás. Porque tú mismo te has encerrado en un bucle del que no sabes salir.
—¿Crees que tengo miedo? ¿crees que no sería capaz de decirte que no te quiero?
—No sé de qué serías capaz y de qué no.
—No, no tengo miedo porque es tal el calado de mi amor por ti que no cejaré en probártelo día a día. No hay posibilidad de decirte que no te quiero
—Es lo que tú dices...
Esas pausas me exasperan. Esa frase inconclusa que te empuja a dar una respuesta que no encuentras, que siembra la desconfianza en tus convicciones, en tus seguridades. Pero siempre están ahí. Nunca dejo de convivir con esas malditas pausas.
Opto por callar. La miro. La quiero. La amo. Me levanto. Me mira.
—¿A dónde vas?
No contesto. Salgo de la cafetería. Reluce el sol. Ando unos pasos. Ella permanece impasible. Un paso más otro, y otro.
No se como acabo de nuevo sentado frente a ella.
—Te quiero.
Sonríe. Me  mira.
—Yo también te quiero.
—¿Ya estás segura de que te quiero?
—No. Solo puedo estar segura de mis sentimientos. No soy tú. Pero tampoco quiero estarlo.
—¿Cómo?
—Si estuviera totalmente segura de que me quieres quizás tendría lo que no quiero.
—No te entiendo.
—Si sintieras que tu amor hacia mí fuera totalmente infalible quizás dejarías de luchar por demostrármelo. No me regalarías rosas los domingos. No me acariciarías por las noches mientras nos dormimos junto al televisor. No me cuidarías cuando estoy deprimida. No me traerías al mundo todas las mañanas con un beso dulce, ni me transportarías de la misma manera al reino Morfeo por las noches. Amo tu inseguridad, porque es la causa de mi felicidad.
La vuelvo a mirar mientras le acaricio la mano.
© Javier Gómez Esteban

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